Sí, es verdad (relativamente), no vivimos en un planeta
llamado Tierra, vivimos en una bola (con doble sentido) en la que seguramente, en algún momento de su
existencia fue un vergel, el Edén (que le den, y le dieron), alguien tuvo que
ser el primero en inventar lo que se conoce como la gran mentira, desde
entonces esta bola en la que vivimos se convirtió en una bola de mierda,
formada por todas las mentiras, falsedades, fraudes, engaños, falacias,
imposturas, hipocresías, sofismas y demás patrañas e invenciones que nos han
hecho ser lo que somos, cualquier cosa menos animales inteligentes.
El que miente no sabe hacer otra cosa, el que se deja
engañar, es decir, el resto, somos los imbéciles, aunque no lo sepamos o no
queramos reconocerlo. Al igual que las moscas son felices comiendo mierda,
porque no conocen otra cosa, nosotros, los seres humanos, los animales
racionales (con perdón), vivimos en esa bola de mentiras y algunos somos hasta
felices, porque no conocemos más allá de lo que nuestras narices alcanzan.
Las mentiras que evacuamos se disuelven en las mentiras
preexistentes, como el azúcar o la sal, pero no se vuelven más dulces o saladas
por ello.
Porque, son mentiras
de hoy las que nos repiten constantemente, “siempre ha habido ricos y pobres”,
“el hombre es un lobo para el hombre”, “el ser humano es malo por naturaleza”, éstas
y otras maravillosas frases, tienen su origen en los mentirosos, en los que
embaucan, en los que nos explotan, nos oprimen, nos utilizan como marionetas para
realizar sus fechorías y maldades con las que nos menosprecian y ningunean, haciendo
creer a muchos que son, moral y físicamente, una raza superior, los
representantes de ese dios ficticio, principio y fin de todas las mentiras.